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viernes, 14 de septiembre de 2012

Y qué si los pide

¿Pendientes? Me dicen que le ponga pendientes. Mi familia sobre todo. Tan pequeña y ya con agujeros en la oreja. Sólo porque es una niña, y las niñas, claro, no me había dado cuenta, tienen que llevar pendientes.
Hale, taladrada cuando ella no lo ha pedido, sólo por una cuestión estética, porque las abuelas rebosen alegría por lo guapa que está la niña con las bolitas prendidas de sus tiernas orejas. Si fuera niño no tendríamos esta conversación, ¿es que no se dan cuenta? 

Costumbre atávica y bárbara, en la educación autoritaria que recibieron nuestros padres estas cosas ni se planteaban, una niña era una niña, y un niño un niño. Y, claro, las niñas no estudiaban porque tenían que parir y cuidar a los niños, al marido y a la madre superiora, y llevaban pendientes, y falda, sin enseñar, no sea que digan. Debían llevar esos pendientes y nadie les había preguntado si querían o no.

Admitida la cuestión estética como adorno que a muchas mujeres favorece, creo que lo que trato de explicar y no entienden muchos es que el cuerpo de mi hija es suyo, no nuestro. Nosotros somos responsables de él, no propietarios, y como responsables tenemos que cuidarlo, para permitir que cuando sea mayor decida.

Soy consciente de que el entorno va a ser agresivo con esta cuestión. Agresivo por ceguera, porque la familia va a comer la cabeza a la niña para que los pida con tres añitos porque sus amigas también los llevan y ella no, claro y cómo va a ser menos mi niña, mi nieta, mi sobrina, mi prima. Asumo la carga, probablemente entonces todavía me oponga porque no sabe lo que implica; trataré de explicárselo, aunque lo más seguro es que no entienda los razonamientos excéntricos de su padre. Ella querrá sus pendientes entonces, no cuando sea mayor y ya está.  Por lo menos lo habrá elegido ella. Eso es libertad.

Lo olvidamos tan fácilmente.

Pero a lo mejor no los pide.




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